Las palizas filmadas con móvil desvelan un nuevo perfil de matón escolar calculador
J. A. AUNIÓN / F. J. PÉREZ
EL PAÍS - Madrid / Málaga - 16/11/2007
Un adolescente que insulta o amenaza recurrentemente a otro, escondido tras un correo electrónico o un mensaje de móvil. Un grupo de jóvenes que agrede y lo graba para difundirlo después entre los móviles de los amigos o colgarlo en alguna de las populares páginas de vídeos de Internet. Acoso y violencia escolar ha habido siempre, pero el mayor grado de frialdad, premeditación y cálculo necesarios para hacerlo con las nuevas tecnologías llama la atención a psicólogos e investigadores.
Un adolescente que insulta o amenaza recurrentemente a otro, escondido tras un correo electrónico o un mensaje de móvil. Un grupo de jóvenes que agrede y lo graba para difundirlo después entre los móviles de los amigos o colgarlo en alguna de las populares páginas de vídeos de Internet. Acoso y violencia escolar ha habido siempre, pero el mayor grado de frialdad, premeditación y cálculo necesarios para hacerlo con las nuevas tecnologías llama la atención a psicólogos e investigadores.
"La incidencia no es grande; ahora hay que actuar", dice un investigador
Hay más mujeres que hombres que sufren el ciberacoso
Mientras retrocede el acoso tradicional en los colegios, crece el ciberacoso
La UE ha puesto el foco en la violencia con nuevas tecnologías
Muchos institutos han optado por prohibir el uso del móvil en el centro
Los especialistas piden una mayor supervisión de los padres
Es el fenómeno que preocupa cada vez más en toda Europa, aunque su incidencia, coinciden los expertos, es aún muy pequeña: el acoso y la violencia entre niños y adolescentes mezclado con las nuevas tecnologías, el cybullying (ciberacoso).
La violencia entre jóvenes, en el entorno escolar, ha existido siempre, y muchos expertos aseguran que no hay por qué pensar que su incidencia sea ahora mayor que antes. De hecho, el último informe del Defensor del Pueblo sobre violencia escolar mostró que las víctimas de agresiones físicas han bajado del 4,8% al 3,9% de los estudiantes de 13 a 16 años desde 2000. Pero aquel informe, presentado a primeros de este año, ya llamaba la atención sobre el "uso de las nuevas tecnologías como medio para recibir o ejercer el maltrato". Y, aunque se puso de manifiesto esa incidencia mínima (lo habían sufrido el 5% de las víctimas de violencia o acoso), también señaló "que sería conveniente tomar medidas concretas para combatirlo". Además, mientras retrocede el acoso tradicional, aumenta el ciberacoso, según un estudio británico.
Apenas se ha empezado a estudiar en Europa, pero el interés creciente se materializa en que la red de expertos creada por la UE sobre la violencia escolar ha puesto el foco en él. El foro, llamado Visionaries.net, está dirigido por Rosario Ortega, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Córdoba. "Es un fenómeno emergente. Pero hay que decir que todo tiene niveles de profundidad; no es lo mismo recibir un mensaje insultándote que recibirlo todos los días", asegura. Los casos más comunes consisten en enviar insultos o amenazas en mensajes de móvil, de chat, o de mensajería automática. Pero también llega a los casos más graves, en los que se mezclan estrechamente violencia tradicional y nuevas tecnologías, y que se ha bautizado, en inglés, como happy slappy: grabar una agresión y difundirla en Internet. "Estos casos son muy pocos, alrededor del 0,1%", afirma Ortega. Pero preocupan.
Como uno producido en el elitista Colegio Suizo de Madrid, donde un niño de 11 años fue grabado con una cámara de vídeo mientras sus compañeros le propinaban golpes con un estuche -un tribunal acaba de decir que no se produjo acoso porque la grabación no demostraba una continuidad de las agresiones-. O como el que sacudió la semana pasada la tranquila localidad de Benamocarra (Málaga), que ha acabado con una orden de alejamiento para tres niñas de 14 y 15 años que maltrataron a una compañera de 13. Después de una primera agresión y una expulsión de un mes, las niñas le quemaron la mochila a su compañera.
Todo comenzó con un empujón. Sonia (nombre ficticio), la víctima del episodio de matonismo, tuvo la mala ocurrencia de reprocharle a Alicia, una compañera de clase, de 15 años, repetidora y con fama de "peleona", el empujón que había dado a un amigo y que le hizo rebotar contra ella. "Se empezaron a insultar y a decirse cosas muy gordas, hasta que llegó la maestra y las separó. Al acabar la clase, Alicia empujó a Sonia contra una silla y empezaron a pelearse tirándose de los pelos. Mientras tanto, Rocío le hincó cuatro o cinco veces a Sonia unas tijeras de punta redonda en la espalda y Raquel lo grababa con el móvil. Intenté separarlas, pero me llevé un guantazo y un arañazo en la cara", relata Diego, compañero de las jóvenes y testigo de la agresión, ocurrida el pasado 28 de septiembre.
Las imágenes no tardaron en estar en la mayoría de los móviles de los alumnos del centro gracias a la tecnología de transmisión de voz y datos Bluetooth, incorporada en la mayoría de los teléfonos que manejan los jóvenes actualmente. Desde entonces, Sonia ha asistido a clase con regularidad, pero a la salida del centro acuden todos los días sus tíos para que no recorra sola los 400 metros escasos que hay entre el colegio y su casa.
El compañero de investigaciones de Rosario Ortega, Joaquín Mora Merchán, profesor de la Universidad de Sevilla, está preocupado por el nuevo fenómeno, "pero no porque su incidencia sea todavía grande, sino porque ahora es precisamente el momento de actuar, de prevenirlo, no cuando se extienda". También lo explica como una evolución de un viejo problema: "Cuando se van generalizando nuevos recursos en la sociedad, como las nuevas tecnologías, también se van creando nuevas opciones para desarrollar lo que ya se venía haciendo".
Ambos expertos señalan que el 3,8% de los alumnos se ha visto involucrado como víctima o agresor en ciberacoso y que entre las víctimas de estas agresiones hay más mujeres que hombres, en una proporción de siete a tres en los casos graves, según un estudio de prueba que precede a uno de toda Andalucía que saldrá a la luz en nueve meses.
En EE UU, donde las nuevas tecnologías están aún más extendidas, el ciberacoso se estudia desde hace más de un lustro. Justin W. Patchin, profesor de la Universidad de Wisconsin, hizo una encuesta con 541 adolescentes en 2006 y asegura que "casi el 30% de ellos afirmaron haber sido víctimas de algún tipo de cyberbullying". Otro estudio citado por Patchin en el que se encuestó a 3.700 adolescentes indica que un 25% de ellas confesaron haber sido acosadas, frente a un 11% de chicos, mientras que en el acoso tradicional la proporción era 12% de chicas y 14% de chicos. Los expertos aún no ofrecen una explicación clara sobre estas diferencias.
Lo que sí está claro es que estas nuevas formas de acoso presentan también nuevas características. "Existe una estrecha relación entre el acoso y el ciberacoso, pero hay, por supuesto, diferencias; sin ir más lejos, que la víctima no tiene por qué conocer necesariamente al agresor, es fácil de conservar y difundir, por ejemplo, copiando y pegando un mensaje", explica la investigadora de la Universidad de Calgary Qing Li.
De ese modo, se trata de agresiones que crean más inseguridad a las víctimas, en las que el riesgo es constante, y el impacto es más grande: se puede difundir la humillación rápida y fácilmente, con lo que la víctima se ve obligada a verla continuamente. Pero, sobre todo, a la catedrática Rosario Ortega le llama la atención esa frialdad de los adolescentes para llevar a cabo todo el proceso, ya que no se trata sólo de la clásica violencia, con el acaloramiento del momento de por medio, sino que hay que tomarse la molestia, por ejemplo, de grabarlo, de llegar luego a casa para colgarlo en Internet. "El vínculo emocional entre agresor y víctima se mantiene, pero con un elemento emocional más frío". "La frialdad ya era habitual en los agresores, pero quizá sí es cierto que este nuevo tipo hace más daño y la conducta agresiva es más prolongada", añade Mora Merchán.
Muchos colegios e institutos han salido al paso de los episodios más graves prohibiendo el uso del móvil en los centros. Aunque en la inmensa mayoría de los centros está prohibido usarlo dentro de clase, sólo la Comunidad de Madrid lo ha explicitado en una norma. La Consejería de Educación extremeña recomendó el año pasado a los directores que prohibieran su uso en todo el recinto escolar. En cualquier caso, muchas de estas agresiones se producen fuera del centro. Para Mora Merchán, sería imprescindible añadir a las medidas educativas de prevención clásicas de la violencia escolar, un trabajo para enseñar "el uso correcto de estas tecnologías" y una mayor "supervisión de los padres".
"Hay un vacío de formación muy fuerte, tanto por parte de los profesores como de los padres" en cuanto al uso de estas tecnologías, sostiene el sociólogo Ángel Gordo López, coordinador del grupo de investigación Cibersomosaguas de la Universidad Complutense de Madrid. Asegura que tanto los padres como los maestros, refugiados en el mito de que los niños nacen sabiendo utilizar las tecnologías y en el hecho de que ellos están perdidos, han dejado esa formación de los niños "en manos de las empresas".
También insiste el ex fiscal de menores y vocal del Poder Judicial Félix Pantoja en que lo importante es "enseñar a los jóvenes a convivir con la Red". Eso sí, cuando hay delitos cometidos por jóvenes entre 14 y 18 años, hay que actuar: "Hay recursos judiciales -se puede localizar quién ha colgado el vídeo, identificar a los agresores-, y también hay que tener en cuenta que puede tratarse de vulneración de la intimidad del menor". El inspector jefe de la Brigada Tecnológica de la Policía, Enrique Rodríguez, asegura que la incidencia de los casos más graves difundidos por móvil o Internet es pequeña. Cuando lo detectan, primero intentan retirar el vídeo de Internet. Luego, todo depende de si hay denuncia y de la gravedad de la agresión.
El incidente de septiembre les costó a las tres jóvenes de Benamocarra la expulsión del centro educativo durante un mes. Sin embargo, la sanción escolar no sirvió para que comprendieran la gravedad de sus actos. Tres días después de reincorporarse al centro, los alumnos salieron del aula para ver una película en inglés en el salón de actos. "Cuando volvimos, la clase estaba llena de humo", cuenta Saray. Junto al asiento de Sonia, la mochila de la niña estaba ardiendo. "Se quemó la silla, la mesa, la mochila y el móvil de Sonia estaba derretido", prosigue la niña. Enseguida se supo que las responsables de la hoguera fueron Alicia y Rocío, que se habían ausentado de la película con una excusa tonta.
La familia de Sonia denunció los hechos a la Guardia Civil, que puso a las tres muchachas bajo la vigilancia de sus padres hasta el pasado lunes, cuando la juez de menores de Málaga prohibió a las tres imputadas acercarse a la víctima. La medida de alejamiento incluye la comunicación por cualquier medio, también Internet y teléfono móvil. Los vecinos de Benamocarra y los compañeros de clase ponen casi toda la carga de la culpa en Alicia, la mayor de cuatro hermanos que viven en unos "pisos dados" a las afueras de la localidad. "Es una familia bastante conflictiva. No se les puede decir nada porque puedes tener un problema, son muy bordes", afirma una vecina que no quiere dar su nombre. Alicia, una chica muy alta y fuerte para su edad, "estuvo rondando la panadería de la familia de Sonia" varias veces después de la primera agresión. Además, al contrario de los padres de las otras supuestas agresoras, que han pedido disculpas a la familia de la víctima y se han interesado por ella, la familia de Alicia no ha hablado con la de Sonia. "Ni creo que lo hagan", afirma la misma vecina.
Sonia se encuentra bien, según sus primas, "pero asustada". La familia de la menor se trasladó a una casa en el campo "para que no agobien a la niña", afirma una familiar. A Sonia, en los últimos días, le cuesta bastante comer y dormir.
- 5 de noviembre de 2007. La madre de un menor denuncia en la Guardia Civil que dos compañeros de su hijo, de 14 años, del instituto de Nigrán (Pontevedra), le han agredido en el vestuario del centro y lo han grabado con el móvil. El director del centro requisa la grabación.
- 22 de octubre de 2007. Dos jóvenes de 14 y 15 años golpean a otro adolescente y lo graban en la localidad coruñesa de Boiro. La grabación, de un minuto y 37 segundos de puñetazos, empujones y patadas coreadas por un grupo de chavales, llegó a estar colgada en Internet y circuló por los teléfonos móviles de varios jóvenes de la localidad. "El vídeo vale su peso en oro", se escucha decir al responsable de la grabación. Tanto él como el atacante declararon ante el juez de menores el pasado día 8.
- 17 de mayo de 2007. Una niña de 14 años de un instituto de Marbella (Málaga) es atacada por cuatro compañeras antes del recreo. La agresión queda grabada y se difunde entre los alumnos. En las imágenes se aprecia cómo las agresoras tiran del cabello a la chica, la empujan al suelo y le propinan varias patadas y puñetazos por todo el cuerpo, sobre todo en la cabeza. En el vídeo se escucha de fondo a varios alumnos que jalean a las agresoras. Los padres denuncian los hechos en el Juzgado.
- 1 de marzo de 2007. Dos profesores de un instituto de Campello (Alicante) denuncian a un alumno problemático de 14 años que les ha agredido en el patio del centro. Las imágenes de la agresión son grabadas en un móvil por otra alumna, que las empieza a vender por 100 euros.
- 28 de noviembre de 2006. Dos menores, agreden en El Raval de Barcelona a un niño de unos 12 años que se dirige a la escuela. Mientras uno de los agresores, de unos 14 años, golpea, su colega graba la paliza con su móvil.
- Mediados de octubre de 2006. Una niña de 14 años agrede en la cara a otra en las inmediaciones de un instituto de Alicante. Otra compañera lo graba con el móvil. Las agresoras y la víctima pertenecen a bandas rivales.
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