11 noviembre 2007

Educar en valores

En la presente colaboración, el autor reflexiona sobre diversos aspectos de la educación y, más concretamente, sobre la Educación para la Ciudadanía, asignatura de nueva implantación en nuestro sistema educativo pero, según afirma el autor, “cuyos contenidos y enseñanzas son inmemoriales”.

COMUNIDAD ESCOLAR
Año XXV, número 819
7 de noviembre de 2007

Carlos Alberto Gavira
Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla.
Miembro de la Escuela Libre de Historiadores de Sevilla


"El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender".
Michel de Montaigne

El objeto de mi atención a desarrollar en esta reflexión es la educación y, concretamente la Educación para la Ciudadanía; asignatura de nueva implantación en nuestro sistema educativo pero cuyos contenidos y enseñanzas son inmemoriales.

La institución educativa desarrolla su función en un contexto social y en relación de interdependencia con otros sistemas sociales. Por tanto, podemos llegar al acuerdo de afirmar que intentar explicar lo que de esta institución se espera desde otros estamentos y esferas sociales.

Por tanto, llegamos a la categórica conclusión que la función explícitamente reconocida a la escuela es la socialización de las nuevas generaciones. Como dejó escrito en su día Aristóteles, "el ser humano es un animal sociable y vive en comunidad", así pues, lo que se espera de la escuela es que favorezca la incorporación de los individuos a la vida social, dotándoles de capacidades, conocimientos o habilidades, que le permitan participar activamente en la dinámica social. Debemos fijarnos en un aspecto importante de esta dinámica educativa y es la siguiente: en este proceso, el alumno, no sólo asimila la cultura, las normas y valores sociales, sin más, sino que a la vez construye su propia identidad personal. Parafraseando a Montaigne, hay que prender la llama, no llenar la botella.

Formación democrática

La formación democrática de ciudadanos, o la inculcación de valores socialmente consensuados, constituye de por sí otra de las funciones sociales fundamentales reservadas a la institución educativa. Por lo tanto, y de forma explícita, el estado a través de la institución escolar pretende inculcar directamente conocimientos, valores y actitudes que favorezcan la perpetuación de las estructuras políticas vigentes. Debemos aclarar que además del aprendizaje de conocimientos, actitudes y valores derivados del estudio de materias y asignaturas como la educación para la ciudadanía o la historia, el individuo aprende a pertenecer a grupos y colectivos y a asumir roles universalistas.

Puesto que el objetivo de la educación para la ciudadanía es preparar a los jóvenes para que participen activa y positivamente en la sociedad, ésta no debe transmitir únicamente conocimientos teóricos, sino también las competencias, la práctica y la experiencia necesarias para ser ciudadanos activos y responsables. Antes de proseguir tenemos que tener claras dos apreciaciones: dicha educación cubre un campo mucho más amplio que el del aprendizaje formal y la necesidad de educar no puede limitarse al recinto escolar. Ampliaremos nuestra explicación, respectivamente.

Siguiendo la primera apreciación tenemos que incluir la interacción diaria que está protagonizada por todos los miembros de la comunidad escolar, incluidos los profesores, padres, alumnos y otros agentes locales, así como las jerarquías escolares y los métodos de participación.Respecto a la segunda apreciación, repetimos que la necesidad de educar a los jóvenes para que se conviertan en ciudadanos responsables no puede limitarse al recinto escolar. Por el contrario, en la actualidad, los centros intentan igualmente promover la participación activa de los alumnos en la vida de la comunidad local y de la sociedad en general. El centro docente puede describirse como el microcosmos en el que se aprende y pone en práctica la ciudadanía activa. Sin embargo, esto sólo es posible si los directores, profesores y demás personal proporcionan a los alumnos la oportunidad de comprometerse con el concepto a diario.

Currículo informal

Por consiguiente, la Educación para la Ciudadanía no debe ofertarse únicamente a través del currículo formal, sino también recurrir al llamado currículo oculto o informal, el cual, busca la interrelación entre los conocimientos adquiridos en el aula con el normal desenvolvimiento del alumno en la vida diaria, atendiendo a todos los factores que interesen a nuestro tema. El aprendizaje en materia de ciudadanía es un proceso complejo y continuo que comienza a una edad muy temprana y abarca toda la vida de una persona. Abarca el aprendizaje de contenidos actitudinales tales como actitudes, valores y normas.

En otros términos pasamos a abordar el tratamiento de Educación para la Ciudadanía que surge como premisa indiscutible el preguntarnos qué significa ciudadano o ciudadanía. En términos históricos, la ciudadanía surge como una conquista reciente del hombre. En la sociedad y el Estado moderno, como superadores del "estado de naturaleza", tuvo comienzo una organización social en la que desaparecería la guerra de todos contra todos, el reinado del hombre como lobo para el hombre.

Aún hoy día podemos comprobar cómo existen extenso espacios geográficos o momentos históricos en el mundo, donde la vida de los hombres transcurre en una lucha de todos contra todos. Así, en esta coyuntura se está desarrollando ante nuestra mirada un amplio movimiento de grandes colectivos humanos que tratan de alcanzar nuestro continente, huyendo de todo aquello que no es ciudadanía. Así pues, vemos como por desgracia en muchos lugares del planeta aún no se ha logrado alcanzar el conjunto de elementos configurativos del estatuto del ciudadano.

La ciudadanía es una construcción cultural, social, política y jurídica deliberadamente proyectada que dota al ser humano de un estatuto de derechos y deberes, solamente posible en el marco del Estado social democrático y de derecho. Fuera de la democracia y sus valores no existe el ciudadano, sino tal vez el súbdito, el gobernado, el administrado o el creyente. La concreción más potente del concepto de ciudadanía se produce con la Revolución Francesa de 1789. con su proclamación paradigmática de los "derechos del hombre y del ciudadano", seguida por otras revoluciones similares acaecidas en el ámbito europeo, entre los cuales se encontró todo el proceso que arrancando de la Constitución aprobada por las Cortes de Cádiz en 1812 se prolonga como un proceso gradual de conquista de derechos a lo largo del constitucionalismo español del siglo XIX. Pero antes se había producido la Revolución Inglesa de 1640 y la Declaración de la Independencia americana de 1776 que incorporaron importantes conquistas de derechos y garantías individuales. Parece pues que el concepto de ciudadanía es históricamente un fenómeno evolutivo y gradualmente acumulativo de conquistas que tiene a ampliar y consolidar la efectividad de los derechos fundamentales del individuo. Finalmente el profesor no puede nunca olvidar que su obligación es mostrar en cada asignatura un panorama general y un método de trabajo a personas que en su mayoría no volverán a interesarse profesionalmente por esos temas.

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