Tengo una reunión, un trabajo o un quehacer muy importante, ¡absolutamente necesaria mi presencia! Alguien me enseñó, hace tiempo, que eso que consideramos tan importante, en realidad, lo es menos. ¿Qué sucede si no la haces, si no asistes? Nada, no pasa nada. Entonces es que no era importante.
Así funcionamos en la vida, dando importancia a asuntos, temas o negocios banales, considerando imprescindibles cosas que son triviales, subestimando lo más cercano a nosotros y también lo verdaderamente importante.
Y luego, en el decurso de la vida, nos quejamos. Sirva este artículo para hacernos reflexionar un tanto sobre el tema de nuestras insatisfacciones.
Un tiempo para convivir sin agenda · ELPAÍS.com
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