08 febrero 2009

Cosas de profesores

Seis de la tarde, viernes, fin de una semana de trabajo ennegrecida con el pase a otra fase de nuestro Director.

Me siento mal. De un lado la ausencia de Fernando ha afectado mi ánimo; del otro, creo que me he pasado en mi reacción con los alumnos en la última clase.

Me siento abatido, especialmente, por este último suceso aunque intento justificar mi actuación. En el fondo, mis intenciones son nobles: intento hacerles reaccionar, comprender; sin embargo, creo que el método ha sido excesivamente fuerte y contraproducente.

Sábado, seis de la tarde. Repaso en mi casa el decurso de la semana.

No puedo apartar los sucesos de mi mente.

Ahora, bajo la melodía del “Karmina Burana” y los efectos laudatorios de una buena copa, repaso los hechos e intento diseñar una estrategia que reconduzca la situación.

En relación a Fernando prefiero guardar las palabras y sobra cualquier tipo de actuación; los sentimientos pertenecen a la intimidad de la persona. Sólo quiero reflejar que, sin que tuviera la oportunidad de ser amigo, era esa persona de la que confías ser amigo llegado el momento oportuno.

De la actuación con los alumnos, mis alumnos, ¿qué puedo decir? Son adolescentes, más púberes que otra cosa aunque gran parte de ellos se consideren hombres en posesión de la verdad, en fase de aprendizaje, desgajados del sistema oficial de adiestramiento, con poca idea del funcionamiento de la sociedad y con grandes fantasías inyectadas por su propia necesidad de defensa y por la falsedad de la sociedad en la que vivimos. Son “niños grandes”, son hombres que aún creen en los Reyes Magos.

Sí, ya lo sé; ya lo sabía, aunque ¿podría estar equivocado? Y yo, hombre supuestamente formado, en un momento de rabia, me coloco a su altura; caigo en la trampa que, a veces, nos tiende no se sabe bien quién. Tremenda equivocación.

No queda más remedio que recomenzar, reconocer el error y seguir insistiendo. Es la misión de un educador, de un partero de conocimientos, de un forjador de ideas, de toda persona que intenta influir en el devenir de una vida que comienza.

Es sábado, son las siete y media, suenas los últimos compases de “Fortuna Imperatrix Mundi”, dentro de poco comenzará a jugar mi equipo. Me siento un poco mejor. El lunes me ilusiona; comenzará, nuevamente, el reto.

2 comentarios:

SmileWorld dijo...

DE VERDAD ME ENCANTA TU LARGO TEXTO YO TAMBIEN Y SE LLAMA CAMP ROCK FRIENDAS PODEMOS HABLARNOS POR COMENTARIOS. ADIOS

SmileWorld dijo...
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